miércoles, 24 de diciembre de 2014

Navidad del 2014




La embriaguez del aroma del café recién molido.

Embriaguez de navidad.

(La embriaguez se manifiesta en nuestra percepción de todas las situaciones y de todas los objetos y todos los seres, inundándolos;
como el amor lo inunda todo,
porque ya se sabe que "el amor ama amar;
no es nada personal"  :)


Embriaguez de navidad, de aproximación a la familia (el mayor reto), a todos los seres.
Embriaguez de generosidad. De buenos propósitos de vida nueva.
Cada instante nace una nueva oportunidad. Una nueva vida.





Ella ha aprendido a amar los ritos (navidad, año nuevo, aniversarios, el día de la madre o del padre, de la mujer...), porque mantienen viva la memoria, sí, pero también porque a veces llegan como una explosión de semillas que se estaban gestando, como brotes tímidos que iban apareciendo últimamente, casi sin identificar. Y de repente está ahí el ritual, en el calendario, y todo aparece con claridad. Vida nueva. Toca materializar los buenos propósitos.





La embriaguez que te hace fuerte
y capaz,
y lo sabes.
Lo recuerdas. Que eres capaz.
De sacar tu mejor yo
("Ése que tú no ves y yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo").

Era navidad, 16 años, en un pueblo del sur, como una cárcel, como una condena, pero no perpetua. Había una salida. Indefinida, pero allí estaba. Lo sabía por los versos de Pablo Neruda y las confidencias de Henry Miller. Y aquel libro, "Suecia, infierno y paraíso". Hay otros mundos en este mundo. Y tú también los descubrirás.
Lo sabía por el viento, que escuchaba desde su cuarto, con la ventana cerrada, la voz del viento cargada de promesas, anunciando la llegada de algo, como un príncipe rescatador.
(Más tarde descubriría que el príncipe que soñaba era ella misma).
Entonces llegó él, materializado ahora su propio proyecto de futuro, en la forma de un él, y le dijo:
"Perdona el dolor; es que quiero sacar de ti tu mejor tú, ése que tú no ves y yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo" (Pedro Salinas).
Era navidad y tenía 16 años.





El aroma del café aún ocupa la casa.
Sólo toma un café al día pero la ocasión está siempre cargada de un profundo ritual.
El poeta de su barrio invitaba a no dosificar los placeres, "si puedes, derróchalos", pero ella era más de derrochar el placer de la austeridad. Disfrutar lo pequeño, lo que a menudo no se ve, lo que aparece, y lo que no aparece. A veces disfrutaba el ayuno. El placer de irse a la cama con el estómago vacío. Esa experiencia de fortaleza.
Cuando Sidharta quiso volver al mundo y le preguntaban qué sabía hacer, él decía: meditar, esperar y ayunar.
A los oídos de los empresarios no sonaba muy productivo pero él sabía que no había nada que diera más frutos.




Una vez apareció una familia espiritual, una sangha.
Como el primer amor. Fue como entrar en una nave de viaje al nirvana.
Allí nadó por su fondo, su propio fondo, preciosísimo, y conoció a su mejor yo mientras el otro se iba diluyendo.
En cada risa, el antiguo yo se hacía más y más pequeño; cada carcajada reducía más y más aquel viejo ego, tan conocido.
De repente, sentía los estirones de crecimiento a través de la risa, y no del dolor, como le habían contado.
Ni un sólo golpe de la vida dolía; cuando aparecía alguna dificultad, un ataque personal o a sus supuestos intereses. Incluso cuando perdía a alguien muy querido (una navidad), ella lloraba el dolor del duelo pero también se partía el pecho con Shariputra, "Samsara me hace reír".
Algun@s compañer@s de camino a veces pensaban que no se tomaba el viaje en serio.
No sufría tanto como se suponía que debía sufrir (1ª NV: La vida es sufrimiento).
¿Acaso no era consciente del profundo sufrimiento de los infiernos de las innumerables vidas futuras?
Pero ella, en lo más profundo de su corazón sabía que el amor destruye todos los maras y disuelve todos los infiernos.
Lo sabía porque cada vez que aparecía un espíritu maligno o un infierno en su vida, ella lo veía disolverse a golpes de risa, como un cubo de agua bendita, apagando el fuego.



No son los Budas ahí fuera quienes proyectan las bendiciones que nos protegen de los peligros del samsara, es el amor aquí dentro.

Y no te equivoques y pierdas el tiempo buscando el amor fuera (que me amen) porque lo único que te protege es tu propia experiencia interna. Es el amor que generas.
Las experiencias de los demás son cosa suya.





Así que su primera familia espiritual se hizo un hueco en su corazón para siempre, como el primer amor (y el segundo, y el tercero; en realidad son el mismo, una manifestación de diferentes aspectos del mismo amor).
Pero tuvo que seguir adelante.
Se quedaba atrás, con la navidad, y empezaba un año nuevo, una vida nueva.
No lo decidió ella (tan feliz en su zona de confort, en su refugio tan "cozy", como le decía su amigo espiritual, nadador por su fondo, preciosísimo).
No lo decidió ella, cómodamente instalada; lo decidió la vida, una vez más.
La vida, la gran aliada.
Mientras vivimos la hipnosis de la separación y la soledad, la vida (el karma, el Tao, Buda, Dios, llámalo como quieras), como una madre paciente, sigue ahí, cuidándonos y tomando las mejores decisiones. Aun cuando duela.




Pero después de un primer amor que tienes que dejar para seguir adelante, llega otro.
Y antes de que te des cuenta es tan profundo como el primero; quizás un poco más sabio y más libre.
En realidad son el mismo, una manifestación de diferentes aspectos del mismo amor.
Y es que el amor ama amar, como dice Mooji.
No es nada personal.





2 comentarios:

  1. Precioso compartir Marie,
    Feliz Navidad!
    Un fuerte abrazo
    Carolina

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  2. También para ti, Carolina.
    Mucha alegría y energía para estas fiestas y año nuevo.

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