miércoles, 25 de junio de 2014

Las sandalias de playa.






Soñó que estaba entre la audiencia de una clase de su viejo maestro.
En el descanso salió al pasillo y se cruzó con el maestro, que la buscaba con algo en las manos. "Te olvidaste esto", dijo, y le tendió algo como unos zapatos. Ella los cogió y vio que tenían arena en la suela. Eran unas sandalias. Reconoció sus sandalias de la playa. Se despertó.

Por qué me da mi antiguo maestro unas sandalias que nunca llevé por allí? -se preguntó.
Aún tenían en la suela arena y le hizo evocar su primera gompa abierta
después de abandonar las gompas oficiales de meditación.
La playa, la meditación, la contemplación, la libertad, la disolución, la fusión.
Ser agua, ser aire, ser cada una de las apariencias y todas a la vez, en el mundo mundano al que la habían devuelto.
El amor, la libertad, la disolución, el regreso a casa en meditación formal
e informal.




Su antiguo maestro le devolvía las sandalias de la playa -que ni siquiera era consciente de que había perdido.

Pero sí, últimamente había echado en falta esa experiencia profunda de éxtasis,
fundida como estaba ahora con la experiencia apacible de aceptación/contemplación.
No estaba mal.
Había perdido la intensidad.
Y no pasa nada -se decía.
O quizás sí.



Cuando se lo explicaba a su amiga, ella le preguntó:
Y qué ha cambiado, entre entonces (cuando esas experiencias profundas) y ahora?
Ella dijo: creo que es algo en lo que tengo que investigar.



Pero no era urgente.
Su falta de apegos incluía toda clase de experiencias, incluidas las experiencias místicas.
No hay que darle muchas vueltas.





Entonces murió la madre de su amiga y ella volvió a explorar la muerte, en meditación y en lecturas.
Y apareció aquel libro, y ella lo abrió al azar:

Bhakti Yoga: el camino de la devoción.
El amor divino.
Maestros con grandísimas realizaciones, "a pesar de ello, no tenían paz en su corazón, les faltaba algo".
La razón es que no sentían el amor de Dios.
El amor de Dios no tiene ningún elemento de deseo, ya que posee la naturaleza de la renuncia; cultiva el amor en forma de servicio; percibe todas las cosas como Dios; no depende del curso ordinario de las actividades; te vuelve indiferente a la dualidad, y experimenta serenidad y templanza en la felicidad y en la tristeza, en el honor y en el deshonor.
El amor tiene tal poder de atracción que no sólo atrae a los seres humanos, sino que incluso Dios es atraído por el devoto.




Así lo cuenta Sri Aurobindo:
"Cuando me hallaba encaramado en crestas cada vez superiores de Su dicha, me pregunté a mí mismo si esta dicha creciente no tendría límite y casi tuve miedo de los abrazos de Dios.
Puede que la monogamia sea lo mejor para el cuerpo, según dicen, pero el alma que ama a Dios en los hombres mora aquí siempre como el polígamo más ilimitado y extático; a pesar de ello, siempre -he ahí el secreto- está enamorado de un sólo ser.
La alegría de Dios es secreta y maravillosa; es un misterio y un rapto del cual se burla el sentido común.




Llámale Dios, Krishna, Buda, Vajrayoguini, Tao, Conciencia, el Ser, el Karma, la Vida, la Madre Tierra. Llámale como quieras, pero enamórate.
Y el amor (ya has leído de qué clase de amor hablamos)
hará todo lo demás.





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