viernes, 11 de abril de 2014

Fuera neurosis!













Cuando meditamos,
observamos que los pensamientos que perpetúan
la neurosis se deshacen
o se evaporan.


Habitualmente no prestamos ninguna atención a nuestros pensamientos y, sin darnos cuenta, los alimentamos al actuar siempre según sus dictados. Pero cuando nos sentamos en silencio y los observamos, sin juzgarlos y sin ningún objetivo -sólo los observamos-, se disuelven por sí mismos.




En la meditación sentada, el nivel de atención de uno mismo se expande de un modo natural y se desarrolla una mayor receptividad. La persona se vuelve más estable y también más alegre, pues se encuentra libre de confusión, por eso se llama shamatha (meditación), que significa "estar en paz".

Así pues, ésta es la primera etapa en el aprendizaje: aprender a aprender. Éste es el primer paso. Primero vamos más allá de la noción básica del ego, de agarrarse a la neurosis, y luego viene lo que se conoce como práctica de vipashyana (en la vida cotidiana, la práctica en la acción), que significa literalmente "comprensión". Aquí, la comprensión consiste en ver las cosas tal como son, sin añadirles ningún enfado, apego, excitación o agresividad de algún tipo. En este punto empezamos a movernos fuera del ámbito de la meditación formal y a examinar cómo nos relacionamos con nuestro mundo.





El mundo en el que vivimos es algo magnífico, tiene todo cuando necesitamos.
Vemos los automóviles circulando en la calle, los edificios que se levantan, los árboles que crecen, las flores abriéndose, la lluvia y la nieve que caen, el agua que fluye y el viento que limpia el aire, que ventila... tanto si hay contaminación como si no. El mundo en el que vivimos está bien, por no decir más. No podemos quejarnos de ningún modo.

Deberíamos empezar a aprender cómo apreciar este mundo, este planeta en el que vivimos. Deberíamos aprender a mirar sin pasión de apego o rechazo, sin agresividad, sin ignorancia. Nada de eso existe en lo que vemos sino que es la parte añadida que nosotr@s le ponemos a lo que vemos. Deberíamos aprender a percibir y relacionarnos con los objetos y situaciones de otro modo.
Comenzamos cultivando una mayor atención en nuestros pasos al andar y más tarde podemos empezar a experimentar el carácter sagrado de peinarse o de vestirse.

Actividades como ir de compras, responder el teléfono, escribir en el ordenador, trabajar en una fábrica, estudiar en el colegio, relacionarnos con nuestros padres o nuestros hijos, ir a un entierro, darse de alta en el servicio de maternidad de un hospital..., todo cuanto hacemos es sagrado. La forma de cultivar esta actitud es viendo las cosas como son, prestando atención a la energía del momento. Es una cuestión de simplemente ser, de ser natural y de estar siempre atento a todo cuanto sucede en nuestra vida diaria.

Esto surge de forma natural de la meditación formal. La meditación sentada es como darse una ducha. Por su parte, la práctica de vipashyana (en la vida cotidiana), o la práctica de ser consciente, es como secarnos con una toalla y vestirnos para salir a la calle.




Así pues,
nuestro recorrido, nuestro proceso de aprendizaje, posee dos facetas:
el aprendizaje a partir de la meditación sentada
y el aprendizaje
a partir de las experiencias de la vida.
Y no hay ningún problema si juntamos ambos aspectos;
es como tener dos ojos y ponerse unas gafas, es lo mismo.




"Nuestra salud innata. Un enfoque budista de la psicología",
de Chögyam Trungpa.


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