martes, 26 de marzo de 2013

Morir.







Querida amiga:

Hoy es el cumpleaños de mi amigo.
Repito el número una y otra vez, a ver cómo me suena,
qué me hace sentir. Nada.
Suena en la antesala del cambio, como cualquier otro número.
Pero aún el gusano antes de metamorfosearse en el capullo, antes de emerger en mariposa.
Si todo es como un gran cuerpo, si formamos parte de un gran cuerpo único, todo y todos partes de lo mismo, si todo constituye el mismo cuerpo, en ese caso, si a un pie le pica o le molesta algo, automáticamente la mano acude a aliviarle.
Imagina este cuerpo con el que me identifico, este cuerpo humano. Si las uñas se hacen demasiado largas, las corto y no siento una gran pérdida -y parece ser que la uña tampoco. La uña que corto muere y no pasa nada. Para ella no es un drama, creo. Ni el pelo que corto para sanear las puntas del cabello afectadas por la acumulación de salitre de mar y el cloro de la piscina de cada día, y el sol, y la lluvia y el viento. Como los millones de células que mueren cada instante en la piel y en el resto de los órganos de este cuerpo, mientras otros millones de células nacen para ocupar su lugar. Provisionalmente, hasta que las condiciones cambien y las nuevas células dejen de funcionar, mientras que las nuevas condiciones hacen aparecer otras.
Y yo quisiera vivir como las uñas de mis manos y de mis pies, como el pelo que crece y va a ser cortado, como las células, como el gusano antes de convertirse en mariposa, como la mariposa antes de disolverse en... en eso. 
Mientras que no pueda vivir como eso, quisiera que mi muerte, ese instante o ese proceso de transformación sea natural, sin aportarle más drama, ni más dolor. Sin resistencia.
Vivir la vida
y la muerte
sin oponer resistencia.
Como las olas del mar.
La cuestión está en vivir como ola (designar que yo soy ola, identificarme con la ola)
o vivir como agua.
La ola nace, se rompe y muere, pero el agua está ahí.
Y se mezclará con más agua para ser otra ola.
Aun si decides vivir como ola, si decides creerte una ola, no eres más que un montón de gotas de agua unidas provisionalmente.
No hay nada en la ola que la haga autónoma, independiente, una.
No hay nada en este cuerpo ni en este ego, en sí mismos, que le hagan yo.
Este cuerpo sólo es un puñado de células, o de quarks en el espacio, que están muriendo por millones en cada instante.
¿Soy la célula que se muere o la que se queda?
Y qué decir de este ego tan cambiante, listo o tonto, sufriente o feliz, resentido, avaro o generoso...
Es un mareo, este ego.
Así que la cuestión es:
¿Quiero vivir como ola (que no es nada en sí misma, sino un puñado de gotas empujadas por la fuerza del viento -también le llaman karma-, provisionalmente)
o como el agua,
parte de todo lo que existe,
hermanada con todas las olas
y gotas de agua
(las que se manifiestan como olas y las que no),
la misma naturaleza, el mismo ser?

Yo desearía que la muerte de este cuerpo sea como la uña que corto sin dolor
ni sensación de pérdida.
Que se disuelva como una ola en el mar,
sin importar si va a volver a aparecer en forma de olas nuevas
o no.
Si permanecerá en calma.
O no.



2 comentarios:

  1. Los apegos a los sentidos físicos, al hecho de poseer un cuerpo para experimentarlos y sentirse dueño o poseedor de un yo, en la ilusión de la separación, es en definitiva lo que los mantiene rondando en el eterno ir y devenir de los reinos samsaricos. Difícil cosa mantener la mente fuera del apego y la aversión y a la vez fomentar la bhodichita, es tan difícil eso, Marie...
    Excelente blog, gracias

    Veronica

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  2. Gracias a ti, Verónica.
    Tengo la impresión de que tienes muchas cosas que aportar aquí. O donde sea.
    Vuelve por casa y/o déjanos algún enlace donde encontrarte.
    Un fuerte abrazo y gracias otra vez.

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